Dra. Shareen Yawanarajah
Hace un año, México dio un gran paso al aprobar las regulaciones más integrales a nivel mundial para reducir las emisiones de metano del sector de petrolero y gas. Desde entonces, las compañías de ambos sectores y el Gobierno de México han colaborado para desarrollar planes concretos, lograr su implementación y garantizar que el país esté en el camino correcto para cumplir los objetivos de su agenda climática. En junio de 2016, por ejemplo, México, Estados Unidos y Canadá se comprometieron a reducir las emisiones de metano del sector de gas y petróleo entre un 40% y 45% para el año 2025, una meta que está alineada con los objetivos establecidos en la Convención de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.
Pero ¿es esto suficiente? Es una pregunta que el Gobierno de México y Pemex deberían plantearse seriamente, ya que el país requiere hacer esos esfuerzos de mitigación.
México tiene la oportunidad de mantener su liderazgo en la agenda climática implementando sus regulaciones de metano y modernizando el panorama energético del país hacia uno más
congruente con los retos del Siglo XXI. Hacer que el sector energético funcione de manera más eficiente, al tiempo que se reducen contaminantes nocivos de esta actividad, ayudará a aumentar la prosperidad económica y la justicia social del país en los años venideros.
Sabemos que ya existe el compromiso para hacerlo una realidad. Por un lado, Pemex se está preparando para cumplir con dichas regulaciones. Por el otro, la Agencia Nacional de Seguridad Industrial y Protección del Medio Ambiente del Sector de Hidrocarburos de México (ASEA), de la mano con organizaciones de la sociedad civil como EDF, está desarrollando sistemas y procedimientos que faciliten su cumplimiento.
El metano es un poderoso gas que está profundamente relacionado con las causas del cambio climático. Al constituir básicamente el 90% del gas natural, causa el 25% del aumento de la temperatura que estamos presenciando actualmente. A nivel global, la industria de gas y petróleo emite más de 13 millones de toneladas de este gas a la atmósfera, lo que equivale a 2 mil millones de dólares en recursos desperdiciados cada año.
Cuando la infraestructura energética en México pierde metano, está desperdiciando un valioso recurso energético, contribuyendo al cambio climático. Para evitar este problema, es esencial crear conciencia sobre la escala y el impacto de las fugas de metano en el sector energético, así como llevar a cabo políticas efectivas para corregirlas. Las regulaciones en la reducción de metano son una forma rentable y sensata de aumentar el suministro doméstico de gas natural y beneficiar al medio ambiente.
El Presidente Andrés Manuel López Obrador ha dejado en claro que México tiene la intención de equilibrar las prioridades económicas del país con una gestión ambiental responsable. También ha expresado su intención de aumentar y fortalecer la producción de petróleo y gas, reduciendo las importaciones de hidrocarburos -México importa casi el 60% de su gas natural de Texas, donde prácticamente no existen planes para regular las emisiones de metano.
Los beneficios de fortalecer al sector energético nacional son muy grandes. El Presidente López Obrador quiere revitalizar Pemex y convertirla en el motor del desarrollo económico del país. Dado que el metano es el componente principal del gas natural, es lógico que la reducción de sus emisiones sea parte de esta transformación comercial. Al mismo tiempo, las regulaciones de metano podrían catalizar el desarrollo en la producción local, dejando espacio para el desarrollo de energías limpias. Esta inversión podría crear más empleos para los mexicanos y, al mismo tiempo, consolidar a México como un líder en la agenda climática. Por esta razón, concentrar esfuerzos para reducir las emisiones de metano significa un ganar-ganar en lo económico y en lo ambiental.