El Alto Golfo de California es conocido por la pesca de curvina golfina (Cynoscion othonopterus), especie endémica de esta región. Desde hace décadas, el sustento económico de diversas comunidades pesqueras que circundan la Reserva de la Biosfera Alto Golfo y Delta del Río Colorado, en Baja California y Sonora, dependen en gran medida de su captura. Por ello, todos los años, entre febrero y junio, cientos de pangas salen al Golfo de California en su búsqueda.
Me llamo Poly Piñón, soy residente de la comunidad de Golfo de Santa Clara y Directora Ejecutiva del Monitoreo Administrativo Regional de Especies Marinas, A.C. (MAREM). Empezaré por contar que la pesquería de curvina golfina no siempre estuvo en buenas condiciones. Entre otras cosas, la falta de gobernanza y de una cuota mínima de captura hizo que en 2010 la pesquería llegara a un punto muy bajo: el kilo se vendía en tan solo dos pesos, existía una gran competencia entre pescadores, se desperdiciaban toneladas del producto y el stock de peces estaba por debajo de lo considerado saludable. A causa de éstas problemáticas, algunas pangas se alejaban demasiado de la costa para capturar el producto, lo que no pocas veces las adentraba a corrientes y fenómenos naturales peligrosos que resultaban en naufragios.
Ante esta situación, ese mismo año un grupo conformado por pescadores del Golfo de Santa Clara, en Sonora, y de San Felipe, en Baja California, decidimos pedir ayuda a diversas instituciones, organizaciones de la sociedad civil y autoridades estatales. Comenzamos a generar reuniones para discutir nuestras problemáticas, y para el año 2012, se logró establecer una cuota de captura y la adopción de un modelo de manejo basado en derechos, entre cuyas herramientas se encuentra el establecimiento del monitoreo de la curvina golfina.
El monitoreo es esencial para la sostenibilidad en la pesca: disminuye la sobrepesca, mantiene el valor económico de la especie y ayuda a adquirir datos de la pesquería que son compartidos y utilizados tanto por las autoridades pesqueras como por la comunidad. Con este recurso, se puede instituir el número de toneladas que pueden sacarse durante la temporada de curvina, establecer cuotas, verificar el respeto a las tallas, y detectar a embarcaciones no registradas de forma oficial. Estas acciones aumentan significativamente la calidad y cantidad del producto, lo que beneficia, no solo a las personas que se dedican a la pesca, sino a toda la cadena de valor de esta pesquería.
En 2012, el piloto del programa de monitoreo comenzó con un grupo de 10 monitoras y monitores, en su mayoría jóvenes y mujeres. Año con año, nos comenzamos a profesionalizar, con el apoyo de las propias comunidades y de la Comisión Nacional de Acuacultura y Pesca, el Gobierno del Estado de Sonora, la Comisión Nacional de Áreas Protegidas (CONANP) y el Instituto de Acuacultura del Estado de Sonora (IAES). Entre otras cosas, hemos trabajado en la adopción de tecnología y el manejo de datos, a través de la creación de la aplicación móvil Web Control Pesca. Adicionalmente, se realizaron capacitaciones y el número de monitores creció: para 2018 podían contarse hasta 88 monitores y monitoras. El precio de la curvina golfina llegó a los 15 pesos por kilo, la sobrepesca disminuyó y un sentimiento de confianza permeó en las comunidades. Todo parecía ir en armonía.
Sin embargo, el cambio de gobierno en 2018 reorientó los recursos del sector y, a partir de 2020, suspendió el soporte económico para el monitoreo, que hasta hoy enfrenta problemas para financiarse y operar de manera autónoma. No obstante, algunas de las monitoras más comprometidas, conscientes de la importancia de continuar con esta actividad, volvimos a playa de manera voluntaria durante las temporadas de 2020 y 2021. Estos años fueron un doble reto: trabajamos sin remuneración y la pandemia de COVID-19 impidió que las capacitaciones se realizaran de forma presencial, lo cual y nos impuso una nueva realidad de comunicarnos y coordinarnos mediante el uso de redes sociales y videoconferencias. De las catorce voluntarias inscritas, más de la mitad tuvo que desistir, ya fuera por necesidad económica o para cuidar de algún familiar enfermo. Las monitoras voluntarias que quedamos formamos el Monitoreo Autónomo Regional de Especies Marinas (MAREM).
A finales del año pasado dimos el primer paso al convertir a MAREM en una asociación civil que busca convertirse en autogestiva, no dependiente del financiamiento gubernamental. Sin embargo, el camino para alcanzar el autofinanciamiento todavía se antoja largo. En 2022 arrancó la temporada de pesca y continuamos trabajando en el monitoreo sólo con la expectativa de obtener remuneración para parte de la temporada de curvina. Nuestro mayor reto es, sin duda, buscar los recursos para mantener el monitoreo, lo que se complica, ya que MAREM todavía no tiene experiencia en el diseño de propuestas y la gestión de recursos económicos.
La falta de apoyo y financiamiento ha sido un golpe pues, sin recursos, es complicado que las voluntarias podamos dedicar tiempo a estar en playa, así como para capacitarnos y expandir el alcance del monitoreo a otras especies marinas, uno de los principales objetivos de MAREM a futuro, sería una excelente noticia que la autoridad pesquera reconsiderara sus prioridades y recupera una experiencia tan exitosa como la nuestra.
A pesar de las dificultades, los cambios positivos que ha generado el monitoreo de curvina golfina son palpables en las relaciones entre los miembros de las comunidades, quienes ahora confían en el proceso y resultados del monitoreo. Por ello, queremos favorecer a más personas con lo que hacemos. Al hacer más sostenibles las pesquerías, la estabilidad económica de las comunidades pesqueras crece y esto nos beneficia a todos.
MAREM sigue en pie gracias al genuino interés que tenemos las monitoras por cuidar de la pesquería y apoyar la resiliencia y bienestar de nuestras comunidades pesqueras. A pesar de las largas jornadas que implica esta vigilancia, estamos felices de contribuir. Contar con apoyo gubernamental o de cualquier otra fuente filantrópica o privada de financiamiento sería un gran paso para que nuestra pequeña pero importante organización se fortalezca y pueda incluso expandirse a otras regiones, en beneficio de otras pesquerías.
2022 ha sido declarado por la ONU como el Año Internacional de la Pesca y Acuicultura Artesanales, con el objetivo, justamente, de llamar la atención a la pesca ribereña y sus enormes aportaciones al cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030. Así pues, queremos aprovechar el espacio para buscar el apoyo para continuar el trabajo desde MAREM, en pro del bienestar de las comunidades costeras y de la importante biodiversidad de nuestro Alto Golfo, el empoderamiento de las mujeres y de los vecinos de nuestros poblados y la sostenibilidad de las pesquerías. El lema del AIPAA describe a la perfección el trabajo de MAREM: “Pequeña escala, gran valor.”
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