La comida nos une, el acceso a ella nos separa
Hace poco escuché a alguien decir que, al hablar de sistemas alimentarios, debemos partir del principio de que todos comemos. Aunque es cierto, no pude dejar de pensar que, mientras la comida nos une como humanidad, el acceso a ella nos puede separar abismalmente.
La FAO estima que casi una de cada tres personas en el mundo no tuvo acceso a alimentos adecuados en 2021, proyectando que 660 millones de personas seguirán padeciendo hambre para el año 2030. En México, el 60 por ciento de los hogares presenta algún nivel de inseguridad alimentaria, cifra que ha crecido en un 17 por ciento desde el 2018 en casos de seguridad alimentaria grave.
En el régimen alimentario actual, caracterizado por la sobreproducción de alimentos y la volatilidad de los precios, es aún más evidente que el hambre es consecuencia no solo de la falta de comida, sino de la desigualdad de condiciones que imposibilitan a las personas a alcanzar ingresos suficientes, educación y acceso a servicios básicos de salud. En este contexto, el cambio climático es una realidad que profundiza aún más la desigualdad, siendo precisamente las comunidades rurales que producen nuestros alimentos las más afectadas.
Así pues, el Día Mundial de la Alimentación nos recuerda la urgente tarea de acabar con el hambre a través del cambio sistémico en la producción, la comercialización, el intercambio y el consumo de alimentos. La transformación de los sistemas alimentarios no sólo tiene un papel fundamental en la erradicación del hambre en el mundo, sino en la mitigación, adaptación y construcción de resiliencia frente al cambio climático.
En ello, la pesca y la acuacultura sostenibles y resilientes al clima tienen mucho que aportar al producir alimentos con alto valor nutricional, además de ambientalmente eficientes. Sobre lo primero, cabe mencionar que las 7 categorías principales de alimentos de origen animal más ricos en nutrientes son todas de origen marino. En cuanto a lo segundo, la producción de alimentos acuáticos emite menos gases de efecto invernadero, nitrógeno y fósforo, utilizando también significativamente menos agua y tierra que la producción de las proteínas terrestres. Buscando establecer las bases para la creación de una agenda que vincule pesca y acuacultura con sistemas alimentarios, EDF de México y Ethos Innovación en Políticas Públicas celebramos el Foro “Del mar a la mesa: pesca y sistemas alimentarios sostenibles en México”.
Durante este evento, conocimos sobre el estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo, la malnutrición en México y el potencial de los alimentos acuáticos para construir sistemas alimentarios más saludables. Asimismo, se presentaron recomendaciones para integrar la pesca y acuacultura sostenibles en la conversación sobre sistemas alimentarios, además de un ejemplo de incorporación de proteína de origen marino en la dieta de comunidades vulnerables en el noroeste del país. También tuvimos la oportunidad de profundizar sobre el papel de los sectores productivos, industrial y de investigación en la política pública para la integración de la pesca y la acuacultura en la agenda alimentaria, así como en los temas prioritarios y acciones iniciales para lograr este objetivo.
Finalmente, identificamos elementos para la construcción de una visión común de los alimentos acuáticos y la seguridad alimentaria en México, retomando los aprendizajes del Foro y la experiencia desde el sector productivo, académico, gubernamental y de las organizaciones de la sociedad civil enfocadas en materias alimentarias, de política pública y pesca.
Alimentos diversos, lo más cercanos posible, lo más pronto posible
La visión común que comenzamos a bosquejar es una donde México es un país en el que los alimentos acuáticos producidos en nuestros mares y costas son parte de nuestra dieta desde temprana edad; y como consumidores conocemos y tenemos acceso a una diversidad de especies, apreciamos su valor nutricional y sabemos cocinarlos. Esto es clave para motivar el consumo, tanto para las localidades costeras como las de tierra adentro.
La clave no es producir más comida, sino mejorar las condiciones de disponibilidad y accesibilidad que los alimentos tienen para la población. Para que los alimentos acuáticos cumplan con estas condiciones, es necesario desarrollar una serie de acciones:
- Mejorar el acceso a financiamiento y subsidios que promuevan la sostenibilidad para el sector pesquero y acuícola.
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Educar a las y los consumidores en la diversidad, valor nutricional y beneficios para la salud de los alimentos acuáticos, además de las maneras de prepararlos.
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Mejorar las condiciones de trabajo de las y los trabajadores de estos sectores.
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Vincular la cadena de valor entre sí.
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Establecer el comercio justo como la norma.
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Invertir en infraestructura adecuada para el manejo y procesamiento de los productos del mar.
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Abrir más puntos de venta para consumidores finales.
La investigación pesquera, acuícola y tecnológica, así como sobre los ambientes alimentarios y los patrones de alimentación de la población es crítica para diseñar estrategias y programas efectivos para la inclusión de los alimentos acuáticos en la alimentación de las y los mexicanos. Contar con políticas públicas adecuadas que den soporte a estas estrategias y programas es igualmente fundamental.
Finalmente, un sistema alimentario sostenible, justo y resiliente al clima debe empezar por océanos y ecosistemas saludables. La pandemia evidenció el papel que tienen las pesquerías alrededor del mundo para el abasto de alimentos, por lo que el uso responsable de los recursos acuáticos y la regeneración de sus stocks, que contribuyan a ecosistemas diversos y en buen estado, son una tarea impostergable.
El cambio se escribe con “C”
Durante el Foro se generaron algunas ideas para llevar a cabo acciones concretas, que todas y todos podemos empezar el día de hoy:
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Conocer la diversidad de los productos del mar. En México actualmente pescamos alrededor de 50 especies y cultivamos más de 10, pero las preferencias de consumo nos dicen que el atún es lo que compramos más frecuentemente, seguido del camarón y la tilapia. Podemos aprovechar mejor el aporte nutricional de pescados y mariscos si nos aventuramos a probar aquellos que ya se encuentran localmente disponibles en nuestra comunidades, pueblos y ciudades.
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Concientizar sobre el estado de la nutrición y salud de la población mexicana. La desnutrición, el hambre “oculta” (es decir, las deficiencias de micronutrimentos) y el sobrepeso son problemas graves en nuestro país, que afectan tanto a niños como a adultos. Visibilizar esta situación es fundamental para elegir de manera más consciente nuestros alimentos y cambiar patrones de consumo.
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Complementar el enfoque de la pesca y la acuacultura como manejo de recursos naturales, con uno de producción de alimentos. Esto puede generar impactos positivos en la gestión de las pesquerías, al abrir la conversación a nuevos temas y oportunidades para lograr mayor sostenibilidad y resiliencia al clima, así como para consolidar buenas prácticas que ya se implementan actualmente
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¡Comer! Sólo el 16% de nuestro consumo de proteínas de origen animal son pescados y mariscos, lo cual equivale a alrededor de 11.5 kg per cápita anuales. Como referencia, a nivel mundial el consumo de pescados y mariscos se encuentra en 20.5 kg per cápita anuales. La decisión informada de elegir alimentos producidos por la pesca y la acuacultura sostenibles debe y puede ser nuestra.